Creo que todos en el mundo podrían realizar un sueño imposible. Así, podríamos ser capazes de volar, de ponermos invisibles, de leernos los pensamientos ajenos… o ¡nacer viejos! Sí. Me gustaría haber nacido vieja. Imagine si pudiésemos nacer viejos y, cada día en nuestra vida, rejuvenecer al revés de nos volver cada vez más viejos.
Pienso que si pudiésemos nacer maduros, aprovecharíamos cada vez más la vida que continuaría a seguir su ciclo, pero ahora al contrario. La vejez seria motivo de alegría. ¡Qué bueno ahora estoy empezando a vivir de verdad! (Pensaríamos). Las dores seniles no serían problemas porque sabríamos que pronto nos volveríamos jóvenes. La vida adulta tampoco sería mala, porque si un día fuimos viejos, sabríamos el sentido de estar en este mundo, porque en a vejez ya reflexionamos sobre esto. Así las cosas ocurrirían más tranquilas, no ocurría el desgate de la falta de experiencia y madurez, tanto para trabajar cuanto para tener amigos y constituir una familia, se así quisiéramos.
Y por fin, nos volveríamos niños, y ¡esto sería lo mejor de todo! Recuerdo haber tenido una infancia feliz. Siendo una persona experiente en la vida, ahora jugaría más en mi infancia y no me preocuparía con nada más, no desenvolvería traumas, ni complejos tontos. Aprovecharía todo el tiempo con mis juguetes preferidos en mí niñez: jugaría más a la muñecas, leería más libros divertidos, estudiaría más cosas interesantes, escribiría más cartas, vería menos televisión y soñaría menos, pues ya habría vivido toda la vida y no habría más ilusiones para el futuro. Mi calle, podría ser mi mundo nuevamente, así jugaría al escondite, abuela arrugada, madre de la calle, “pega-pega”, gallinita, jugaría a la rayuela, saltaría la comba… Todos aquellos juguetes que me gustaban mucho en mi niñez. ¡ Los echo de menos!
Pienso que si pudiésemos nacer maduros, aprovecharíamos cada vez más la vida que continuaría a seguir su ciclo, pero ahora al contrario. La vejez seria motivo de alegría. ¡Qué bueno ahora estoy empezando a vivir de verdad! (Pensaríamos). Las dores seniles no serían problemas porque sabríamos que pronto nos volveríamos jóvenes. La vida adulta tampoco sería mala, porque si un día fuimos viejos, sabríamos el sentido de estar en este mundo, porque en a vejez ya reflexionamos sobre esto. Así las cosas ocurrirían más tranquilas, no ocurría el desgate de la falta de experiencia y madurez, tanto para trabajar cuanto para tener amigos y constituir una familia, se así quisiéramos.
Y por fin, nos volveríamos niños, y ¡esto sería lo mejor de todo! Recuerdo haber tenido una infancia feliz. Siendo una persona experiente en la vida, ahora jugaría más en mi infancia y no me preocuparía con nada más, no desenvolvería traumas, ni complejos tontos. Aprovecharía todo el tiempo con mis juguetes preferidos en mí niñez: jugaría más a la muñecas, leería más libros divertidos, estudiaría más cosas interesantes, escribiría más cartas, vería menos televisión y soñaría menos, pues ya habría vivido toda la vida y no habría más ilusiones para el futuro. Mi calle, podría ser mi mundo nuevamente, así jugaría al escondite, abuela arrugada, madre de la calle, “pega-pega”, gallinita, jugaría a la rayuela, saltaría la comba… Todos aquellos juguetes que me gustaban mucho en mi niñez. ¡ Los echo de menos!